Educación y Constitución

Efrén Rivera Ramos/ Catedrático de Derecho

La Constitución de Puerto Rico requiere algo más que la existencia de un sistema de educación pública. Exige que la educación sea libre y no sectaria. Dispone que la enseñanza sea gratuita en la escuela primaria y secundaria y que, hasta donde las facilidades del Estado lo permitan, se haga obligatoria para la escuela primaria.

Pero prescribe algo más. Dictamina que toda persona tiene derecho a una educación que propenda al pleno desarrollo de su personalidad y al fortalecimiento de los derechos humanos y de las libertades fundamentales. Es decir, la Constitución indica el tipo de educación que deben recibir nuestros estudiantes. Se trata de una educación integral que facilite el pleno desarrollo humano y que privilegie el respeto de los derechos y libertades fundamentales de las personas.

Esa aspiración muchas veces queda fuera de los debates públicos sobre la educación que se suscitan en el país. Por supuesto que el estado físico de las escuelas es importante. También lo es que se recluten todos los maestros que hagan falta. Y que las condiciones de trabajo y estudio en los planteles sean las mejores posibles. Es preciso que los estudiantes pasen las pruebas de aprovechamiento académico. Pero ahí no puede quedar el asunto. Queda todavía un amplio campo de discusión que necesita abordarse no sólo por razones pedagógicas, sino porque, de lo contrario, el derecho al tipo de educación que manda la Constitución quedará trunco.

La existencia de esas carencias básicas que anualmente revela la prensa son indicios de cuán lejos estamos de las condiciones materiales y culturales necesarias para que se haga realidad el desiderátum expresado en la Constitución. Es imprescindible subsanar esas deficiencias. Pero hay que ir mucho más allá.

Corresponderá a los expertos en pedagogía y disciplinas afines diseñar los métodos adecuados para lograr el objetivo de una educación que propenda al pleno desarrollo de la personalidad de nuestros niños. Pero, en cuanto al contenido, parece ser que, además de los conocimientos y capacidades en las materias básicas, será necesaria la formación en artes, educación física, uso de las nuevas tecnologías, comunicación, salud, estilos de convivencia, trabajo en equipo, comportamiento ético y aprecio de la Naturaleza, entre otras capacidades y actitudes requeridas para desempeñarse adecuadamente en el mundo contemporáneo. Cuánto de ese tipo de formación se imparte en nuestro sistema de educación pública es algo que el público no sabe.

Y ni hablar de la formación en derechos humanos, que también prescribe la Constitución. ¿Hay un currículo y un esfuerzo sistemáticos para formar a nuestros estudiantes en el conocimiento, el ejercicio, el respeto y la práctica de los derechos humanos? Ello incluye el respeto a las diferencias y el aprecio de la importancia de la equidad en el trato entre los seres humanos, independientemente de su raza, sexo, identidad de género, origen étnico o nacional, condición social, limitación física, mental o sensorial o cualquier otra característica o atributo que los distinga de los demás. ¿Por qué los funcionarios del estado -obligados como están por el mandato constitucional- se pliegan ante quienes les presionan para que se deje fuera de las escuelas públicas la discusión sobre la equidad, incluida la equidad de género?

En días recientes ha vuelto a tomar relieve el tema de la violencia contra las mujeres. Ése es un asunto de derechos humanos. Es también una cuestión de equidad. ¿Por qué tratándose de un problema que asume características de epidemia en nuestro país, no hay ya un plan abarcador en nuestras escuelas públicas para educar en torno a la violencia contra las mujeres?

Finalmente, el derecho a una educación plena que proclama la Constitución es de todas las personas. Eso incluye, por supuesto, a los niños que requieren algún tipo de educación especial. De ahí que el asunto de la educación especial precise atención esmerada.

Del mandato constitucional al hecho parece haber un gran trecho. No habrá más remedio que recorrerlo con disciplina y voluntad férreas.

 

Fuente: El Nuevo Día

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