Los chavos del PAN, la buena vida y nuestras pestes

Por: Ariadna Godreau

 

Marea alta, Carlos Raquel Rivera

Marea alta, Carlos Raquel Rivera

 

Sobre el poco a poco de la “buena vida” 

De unos años para acá, comienzo los talleres de educación popular en cualquier cosa con un ejercicio alrededor del “reportaje” de Millie Cangiano sobre Villa Esperanza, “Comunidad se da la buena vida sin pagar un centavo”. Con alguna que otra variación, invito a las participantes a darle la espalda a la pantalla, de forma tal que sólo puedan escuchar el audio del video, y que vayan dibujando lo que describe Cangiano. Después de un rato, intercambiamos los dibujos entre todas, les pido que regresen al frente y, esta vez, miramos el video. Cangiano habla de pachás, casas, piscinas, electricidad 24/7, agua corriendo, de lujos, de que todo esto que es a costa tuya y mía. Los dibujos a partir de su voz retratan estas imágenes. Algunas participantes dibujaron casas de dos pisos con marquesina y jardín, piscinas olímpicas, calles llenas de postes y farolitos, representaciones de luz y color propias del Bosque Mágico. Con los primeros visuales de casas de madera reciclada, techos a medio construir y el fanguero comienzan las risitas nerviosas. Cangiano señala una bombilla colgando de un cable pelau y abre una pluma clavada en la tierra. Ya para la parte donde Cangiano entrevista a una de las mujeres de la comunidad, le insiste en que ella y las otras se están robando la buena vida y la mujer responde diciendo que no tenía  dónde vivir, en el salón lo que hay es un silencio profundo. Solamente se escucha el sonido de los dibujitos estrujándose. ¿Quién quiere comentar?

Hay una buena vida que viene a morir en la incomodidad de las espectadoras que, a favor o en contra de las acciones de la comunidad, siente la desvalorización humana como un  golpe compartido.

Aquí, añade mi mamá, ojos para las que quieran ver y oídos para las que quieran oír.

Sobre los números y los NO a las colonizadas pobres

Ayer la prensa reportó que han decido reducir, hasta eliminar, el dinero en efectivo que una persona puede retirar con su tarjeta del PAN. El recorte viene por instrucciones del Departamento de Agricultura Federal, atado a un más acá que lo clama, lo celebra, lo aplaude.  Entre la Junta, las medidas de austeridad, el zika, la celebración de medallas olímpicas y todo los demás indicadores de crisis-esfuerzo, el momento es propicio para detonar otra bomba en contra de las pobres del País.

La coyuntura sirve para visibilizar – a quien quiera ver- algunos datos sobre la buena vida de las pobres. Según la muletilla, se dice que entre 51% y 46.2% de la población vive bajo niveles de pobreza. Una podría creerse ese número si tuviera, entre otras cosas: 1. una fe ciega en el censo y en su posibilidad de contabilizar a las personas en los lugares más pobres y remotos del País, 2. una visión de la pobreza en puros términos económicos, que no considerara la crisis y la falta de acceso a derechos básicos (como transportación, salud, vivienda) en la ecuación. Según números oficiales, 1,281,978 personas en el País reciben cupones. De esas personas, y según un estudio del propio Departamento de Agricultura Federal, 65% no tiene otros fondos que le permitan subsistir.  En términos de distribución de recursos, una familia de 4 personas recibe un máximo de $240 mensuales. Esto es $60 por cabeza o aproximadamente tres bolsitas de compra cuando una va al supermercado.

Hoy, esa misma familia puede retirar $60 de los $240 en efectivo. Con eso se compra todo lo que no se permite adquirir con la tarjeta: productos de limpieza, desodorante, pasta de dientes, toallas sanitarias, papel de baño, pañales para los viejos o los nenes, en fin. También con eso se completa para medicinas, materiales para los nenes porque hace tiempo que en la escuela no hay y la gasolina. Con eso se paga también la luz y el agua, porque en los residenciales públicos si te las cortan te sacan de tu casa. Para una lista sobre cosas que no se pueden comprar con la tarjeta del PAN, la próxima vez que vaya al supermercado, justo en la caja registradora, fíjese en el cartel rojo peligro donde se apercibe a las beneficiarias y los beneficiarios del PAN sobre las compras ilegales. El cartel es grande, dice NO en mayúsculas y enfatiza la prohibición relacionada a compras de cigarrillos y bebidas alcohólicas. La idea es que usted y yo lo miremos y digamos que sí con la cabecita mientras esperamos en la fila, redimidas por el estado de orden de las cosas. Para más sobre esta discusión, vea el blog de la compañera Rima Brusi, “El PAN nuestro”.

Continúo con la nota sobre el cambio en las tarjetas del PAN. Según el plan escalonado, a partir del 4 de octubre, esa cantidad disminuirá 5% mensualmente, hasta dejar a la familia sin posibilidad de retirar dinero en efectivo. Regresando a esa familia de 4 personas, esto implica que sólo tendrá disponible en efectivo “$48 a inicios de  octubre de este año, a $36 en el 2017, a $24 en el 2018,  a $12 en el 2019 y a $0 en el 2020.” El poco a poco del ajuste es tenebroso. ¿Habrá un tiempo donde las pobres no necesiten papel de baño, desodorante, medicinas, pagar la luz? ¿Cuánto tardará una en acostumbrarse a no ir al baño, no sangrar, no lavar la ropa, no limpiar, no enfermarse? ¿Habrá una ciencia oculta que indique que las oportunidades del echarpalantismo libres de discrimen y bien remuneradas estarán disponibles para las pobres, en mayor escala y poco a poco entre el 4 de octubre del 2016 y la víspera del 2020?

Las limpiezas “primaverales” del Facebook me han dejado con una masa crítica que suele apoyar las mismas cosas que yo. Podría sentirme intolerante, pero no: una tiene que crearse espacios de regocijo-bullanguero también. Autocuidado, dicen. Incluso así, a veces, se cuelan uno o dos que una no sabe de dónde salieron o que, peor aún, identifica como propios del árbol familiar/colegial/amistoso. Es así, con una notita de aprobación – tímida, claro-que  me llega la primera reflexión a favor del recorte en el PAN. Un hijo de esta tierra™, muy blanco y prístino él, analiza que el recorte no afecta a quien usa “bien” los fondos. En 370 palabras se hace megáfono de quienes condenan “la mala utilización” y le da una palmadita a la espalda a aquellos “participantes cumplidores con la ley”. Para facilitar la distinción entre uno y otro, el hijo de esta tierra™ nos apercibe sobre instancias de fraude por el uso ilegítimo de la tarjeta: aquí va el no-criminal que compra jugos y allá la criminal que compra un rollito de papel de inodoro.

A pesar de Mónica Puig y todo lo que queremos ver en ella – o precisamente por ello- junto a otras pongo ojo avizor pal frente y oído en tierra para ver y oir qué traen estos tiempos de colapso colonial. La modificación en los términos del PAN, con su intento aleccionador, no es un evento aislado. Junto a las discusiones y eventual aprobación de la Junta de Control Fiscal, se terminó de consolidar  el retrato de un País infantilizado, malcriau y empobrecido que necesita disciplina y empuje. Pienso en las expresiones de los congresistas durante “el debate” de la Junta. Pienso en el presidente Obama dedicándole dos mensajes a Puerto Rico,  el primero sobre un Puerto Rico batacumbelesco y salvaje, y el segundo como un regaño por ser tan poco prudentes con esto de ser nido de zika y malas preñás. Pienso en el eco de los políticos de acá clamando por PROMESA, en los “derechos de los acreedores”, en la corrupción, en el mantengo corporativo que alcanza proporciones antes no imaginadas con las leyes 73, 20, 22 y otros instrumentos de inversión. Pienso en los subsidios a Monsanto, Walmart, las iglesias y hoteles. Consulto el calendario  y  propósito de todo esto, el 31 de agosto es el 1st PROMESA Conference en el País. En el Condado Plaza se encontrará la alta alcurnia de aquí y de allá para discutir lo pertinente a la distribución de la riqueza y el pago de la deuda entre buitres y para buitres, sin nosotras. O con nosotras. Un grupo de compañeras se dará cita allí, sin invitación, con ánimos de cambiar la ecuación. Detenerla. Más información, aquí.

Dependencia histórica dicen. La guerra contra las pobres fracasó y con ella nosotras. Hay algo infinitamente perverso en administrarles otro golpe para que “finalmente sientan la crisis”, precisamente a ellas que desde siempre han sido expropiadas del todo.

Sobre la sangre y esta mancha es mía 

Decir, broder mana, sangre. 

Hablemos en términos de sangre, tan atados a nosotras. Una mujer que recibe cupones no podrá usar la tarjeta de la familia para comprar toallas sanitarias o tampones, que pueden costar cualquier cosa entre 3 y 6 pesos y a veces más. No hablo del pink tax, que usa el precio del “artículo de hombre” como medida de justicia y que, claro, es un análisis necesario acerca de la desigualdad. Hablo de la sangre, del mes y de cómo la femineidad empobrecida se castiga usando el cuerpo de la mujer pobre, expuesta ahora, como referente de la austeridad aleccionadora. Mana, en términos sencillos: hablo de la sangre, de mancharse y de nuestro derecho a la dignidad. De que resistimos con la sangre si es necesario pero pagamos con la sangre también. Hablo de nuestros cuerpos corpóreos, de nuestras carnes, fluidos y pestes: condones, papel de baño, cremas para infecciones y más.

La vida de las pobres es la vida indigna. A mi se me hace un caculito la humanidad pensando en el tráfico de servilletas de restaurante de comida rápida. Las veo colocadas sobre tanques del inodoro, cortadas a la mitad para economizar y que, de paso, no tapen el inodoro. Pienso en aquellas que tendrán que ensayar una toalla sanitaria con un rollito de servilletas o que tendrán que racionar los tampones para cambiarlos solo cuando sea urgente. Es decir, tras la mancha, el ardor, el picor, la peste, el desborde, la exposición. Hablo del cuerpo expropiado, de las pestes forzadas y del golpe compartido también. He ahí lo vulgar. No en el sentido de la gente o del cuerpo, sino en el de cochambre y asco.  Así quiero que se entienda.  La pobreza es vulgar, es cochambre y asco también.

Pero poco a poco. Tenemos hasta el 2020 para aprender a hacernos de otra forma. Quizás ser menos mujer o menos pobres. Quizás ambas también.

Recuperado de 80grados.net

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